viernes, 31 de enero de 2014

EL VICIO DE FUMAR ¿ES CULPA DEL HOMBRE DE NEANDERTAL?


La inclinación del hombre por fumar parece haber estado en nuestros genes mucho antes de que los indígenas americanos utilizaran el tabaco en sus rituales y los europeos lo llevaran a su continente en el siglo XVI.
 
Esa pasión por el cigarrillo –condenada como vicio y calificada como mortífera- parece tener su origen de un cruce prehistórico entre el Homo Sapiens y el hombre de Neandertal, después de que nuestra especie abandonara lo que hoy se conoce como África, según un informe revelado en la revista Nature esta semana.
Pero no solo fue la debilidad por fumar. Algunas enfermedades que actualmente sufre el ser humano como la diabetes tipo 2 y la enfermedad de Crohn, entre otras,  también vienen de aquel cruce de caminos.
 
El estudio del genoma de nuestra especie, el Homo Sapiens, había revelado el cruce genético con esta especie ancestral.
 
Sin embargo, todavía no se había podido establecer qué implicaciones habían generado en la salud del ser humano después de ese "encuentro" histórico.
 
Asunto que logró defenir este estudio, que determinó que entre el 2% y el 4% de la huella genética de los no-africanos viene de los Neandertales.
 
Y con un exámen sistemático de los genomas de 1.004 personas, el líder de la investigación, Sriram Sankararaman y sus colegas, lograron identificar las zonas donde todavía se pueden observar versiones "Neandertales" de distintos genes.
 
Entonces sucedió la coincidencia y la sorpresa: el gen que estaba relacionado con la dificultad para dejar de fumar resultó ser una versión "Neandertal".
 
Lo extraño es que todavía no existe ninguna evidencia de que este "primo" ancestral se dedicara a fumar en sus horas de ocio o trabajo.
 
Ahora, lo que sostienen los investigadores es que el gen puede tener más implicaciones, y que su relación con fumar solo sería una derivación moderna de algo más severo.
 
Nuevos campos
Otro de los hallazgos de esta investigación fue determinar que el ADN del Neandertal no está distribuido de modo uniforme en el genoma humano, y que además es habitual encontrarlo en alteraciones genéticas de la piel y el cabello.
Esto sugiere, advirtieron los investigadores, que estos rastros le permitieron a los humanos una rápida posibilidad de adaptarse a los ambientes helados que encontraron cuando se mudaron hacia la región conocida como Eurasia.

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